Divina Comedia. Infierno.
CANTO I (vv.1-9)
A mitad del camino de la vida, 1[L1]
en una selva oscura me encontraba 2[L2]
porque mi ruta había extraviado. 3
¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento! 6
Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron. 9
CANTO I (vv.61--63)
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo. 63
CANTO I (vv.79-84)
« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
-respondí yo con frente avergonzada-. 81
Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen. 84
CANTO V (vv.100-141)
Amor, que al noble corazón se agarra,
a éste prendió de la bella persona
que me quitaron; aún me ofende el modo. 102
Amor, que a todo amado a amar le obliga, 103[L58]
prendió por éste en mí pasión tan fuerte 104[L59]
que, como ves, aún no me abandona. 105
El Amor nos condujo a morir juntos,
y a aquel que nos mató Caína espera.» 107[L60]
Estas palabras ellos nos dijeron. 108
Cuando escuché a las almas doloridas
bajé el rostro y tan bajo lo tenía,
que el poeta me dijo al fin: «tQué piensas?» 111
Al responderle comencé: «Qué pena,
cuánto dulce pensar, cuánto deseo,
a éstos condujo a paso tan dañoso.» 114
Después me volví a ellos y les dije,
y comencé: «Francesca, tus pesares
llorar me hacen triste y compasivo; 117
dime, en la edad de los dulces suspiros
¿cómo o por qué el Amor os concedió
que conocieses tan turbios deseos?» 120
Y repuso: «Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo sabe. 123[L61]
Mas si saber la primera raíz
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y habla: 126
Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote; 128[L62]
solos los dos y sin recelo alguno. 129
Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un pasaje. 132
Al leer que la risa deseada 133[L63]
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de apartarse, 135
la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día.» 138
Y mientras un espiritu así hablaba,
lloraba el otro, tal que de piedad
desfallecí como si me muriese; 141
Paraíso - Canto XXXII (vv. 88-96)
Yo vi que tanto gozo le llovía,
llevada por aquellas santas mentes
creadas a volar por esa altura, 90
que todo lo que había contemplado,
no me colmó de tanta admiración,
ni de Dios me mostró tanto semblante; 93
y aquel amor que allí bajara antes
cantando: «Ave María, gratia plena»
ante ella sus alas desplegaba. 96
Respondió a la divina cancioncilla
por todas partes la beata corte,
y todos parecieron más radiantes. 99
CANTO I (vv.1-9)
A mitad del camino de la vida, 1[L1]
en una selva oscura me encontraba 2[L2]
porque mi ruta había extraviado. 3
¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento! 6
Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron. 9
CANTO I (vv.61--63)
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo. 63
CANTO I (vv.79-84)
« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
-respondí yo con frente avergonzada-. 81
Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen. 84
CANTO V (vv.100-141)
Amor, que al noble corazón se agarra,
a éste prendió de la bella persona
que me quitaron; aún me ofende el modo. 102
Amor, que a todo amado a amar le obliga, 103[L58]
prendió por éste en mí pasión tan fuerte 104[L59]
que, como ves, aún no me abandona. 105
El Amor nos condujo a morir juntos,
y a aquel que nos mató Caína espera.» 107[L60]
Estas palabras ellos nos dijeron. 108
Cuando escuché a las almas doloridas
bajé el rostro y tan bajo lo tenía,
que el poeta me dijo al fin: «tQué piensas?» 111
Al responderle comencé: «Qué pena,
cuánto dulce pensar, cuánto deseo,
a éstos condujo a paso tan dañoso.» 114
Después me volví a ellos y les dije,
y comencé: «Francesca, tus pesares
llorar me hacen triste y compasivo; 117
dime, en la edad de los dulces suspiros
¿cómo o por qué el Amor os concedió
que conocieses tan turbios deseos?» 120
Y repuso: «Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo sabe. 123[L61]
Mas si saber la primera raíz
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y habla: 126
Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote; 128[L62]
solos los dos y sin recelo alguno. 129
Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un pasaje. 132
Al leer que la risa deseada 133[L63]
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de apartarse, 135
la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día.» 138
Y mientras un espiritu así hablaba,
lloraba el otro, tal que de piedad
desfallecí como si me muriese; 141
Paraíso - Canto XXXII (vv. 88-96)
Yo vi que tanto gozo le llovía,
llevada por aquellas santas mentes
creadas a volar por esa altura, 90
que todo lo que había contemplado,
no me colmó de tanta admiración,
ni de Dios me mostró tanto semblante; 93
y aquel amor que allí bajara antes
cantando: «Ave María, gratia plena»
ante ella sus alas desplegaba. 96
Respondió a la divina cancioncilla
por todas partes la beata corte,
y todos parecieron más radiantes. 99