lunes, 16 de noviembre de 2015

Comentario Odisea: (Canto XIX- Euriclea reconoce a Odiseo)

Y se dirigió a él la prudente Penélope:
Huésped, amigo, pues jamás ha Ilegado a mi casa ningún hombre tan sensato de entre los huéspedes de lejanas tierras; con qué sabiduría dices todo, con qué discreción. Tengo una anciana que alberga en su mente decisiones discretas, la que alimentó y crió a aquel desdichado recibiéndolo en sus brazos cuando lo parió su madre. Ésta te lavará los pies, aunque está muy débil. Conque, vamos, levántate enseguida, prudente Euriclea, y lava al compañero en edad de tu soberano. También estarán así los pies y manos de Odiseo, pues los mortales envejecen enseguida en medio de la desgracia.
Así dijo; la anciana se ocultaba con las manos el rostro y derramaba calientes lágrimas, y dijo lastimera palabra:
¡Ay, hijo mío, que no tenga yo remedios para ti...! Con tener el ánimo temeroso de los dioses, Zeus lo ha odiado más que a los demás hombres, que jamás mortal alguno quemó tantos pingües muslos para Zeus, el que se alegra con el rayo, ni excelentes hecatombes como tú le has ofrecido con la súplica de poder llegar a una ancianidad feliz y poder alimentar a un hijo ilustre. En cambio sólo a ti te ha privado del brillante día del regreso. Tal vez se burlen también así de aquél las esclavas de hospedadores de lejanas tierras cuando llegue al magnífico palacio de alguno, como se burlan de ti todas estas perras a las que no permites que te laven para evitar el escarnio y numerosos oprobios. A mí, sin embargo, me lo ordena la hija de Icario, la prudente Penélope, aunque no contra mi voluntad. Por esto te lavaré los pies, por la propia Penélope y a la vez por ti mismo, pues se me conmueve dentro el ánimo con tus penas. Pero, vamos, atiende ahora a una palabra que to voy a decir: muchos forasteros infortunados han venido aquí, pero creo que jamás he visto a ninguno tan parecido a Odiseo en el cuerpo, voz y pies, como tú.
Y le respondió y dijo el muy astuto Odiseo:
Anciana, así dicen cuantos nos han visto con sus ojos, que somos parecidos el uno al otro, como tú misma dices dándote cuenta.
Así dijo; la anciana tomó un caldero reluciente y le lavaba los pies; echó mucha agua fría y sobre ella derramó caliente. Entonces Odiseo se sentó junto al hogar y se volvió rápidamente hacia la oscuridad, pues sospechó enseguida que ésta, al cogerlo, podría reconocer la cicatriz y sus planes se harían manifiestos. La anciana se acercó a su soberano y lo lavaba. Y enseguida reconoció la cicatriz que en otro tiempo le hiciera un jabalí con su blanco colmillo cuando fue al Parnaso en compañía de Autólico y sus hijos, el padre ilustre de su madre, que sobresalía entre los hombres por el hurto y el juramento. Se lo había concedido el dios Hermes, pues en su honor quemaba muslos de corderos y cabritos en agradecimiento y éste le asistía benévolo. Cuando Autólico fue a la opulenta población de Itaca, se encontró a un hijo recién nacido de su hija. Euriclea lo puso sobre sus rodillas cuando había terminado de cenar y le habló y llamó por su nombre:
Autólico busca tú mismo un nombre para el hijo de tu hija, pues muy deseado es para ti.
Y a su vez respondió Autólico y dijo:
Yerno e hija mía, ponedle el nombre que voy a decir. Ya que he llegado hasta aquí enfadado con muchos hombres y mujeres a través de la fértil tierra, que su nombre epónimo sea Odiseo. Y cuando en la plenitud de la juventud llegue a la gran casa materna, al Parnaso donde tengo las riquezas, yo le daré de ellas y lo despediré contento.

Fue escrito en el siglo VIII a. C. Aparece junto a la escritura, la moneda, las primeras polis, los primeros juegos olímpicos y las primeras colonizaciones. La obra es la Odisea y se divide en 24 cantos y este fragmento se halla en la mitad del canto XIX. La Odisea explica el viaje de Odiseo (o Ulises) desde Troya donde luchó en la guerra hasta su patria, Ítaca. Pasaron 20 años hasta que volvió. 
El fragmento es un diálogo entre Penélope, Euriclea y Odiseo. Están en Ítaca, donde Odiseo está vestido como un forastero y ni su mujer ni Euriclea le reconocen. Cuando nota la cicatriz que él tiene en el pie, lo acepta como su señor. 

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